martes, 23 de noviembre de 2010

EL CAMINO A LA RECUPERACION Parte 1

EL PRIMER PASO A LA LIBERTAD
El Camino a la Recuperación - Parte 1
Isaías 57:18
Un padre de familia estaba tratando de dormir su siesta un domingo por la tarde
en la sala de su casa, mientras su pequeño hijo lo molestaba continuamente diciéndole:
“Papi, estoy aburrido”. Tratando de buscar la forma de entretenerlo, su padre tomó
de un periódico una foto del mundo, la cortó en casi cincuenta pedazos y le dijo:
“Hijo, este es un rompecabezas. Quiero que lo armes”. Luego se acostó para terminar
su siesta, pensando que por lo menos dormiría de una hora y media a dos. Habían
pasado apenas quince minutos cuando su hijo lo despertó diciendo: “Papi, ya terminé.
Ya está armado”. El padre sabía que su hijo no conocía todas las posiciones de los países
y cosas como esas, por lo que era imposible que lo hubiera terminado tan pronto,
así que le preguntó: “¿Cómo lo hiciste?” El niño contestó: “Papá, había una foto de
una persona en el reverso de la página de ese periódico y cuando terminé de armar esa
persona el mundo quedó arreglado”.
Hoy estamos comenzando una nueva serie a la que hemos llamado el Camino a la
Recuperación, y esperamos que la misma obre grandemente en su persona. Es sorprenderte
cómo el mundo se ve mejor cuando su persona es puesta en orden en la forma
correcta. En esta serie hablaremos de cómo manejar y vencer las heridas de su vida,
los hábitos que están destruyendo su vida y los complejos que han causado dolor en
ella. Heridas, hábitos y complejos.
El versículo que hemos elegido como base para este paso de nuestra
serie “El Camino a la Recuperación” es Isaías 57:18 (DHH), donde Dios
dice: “He visto como han actuado, pero los sanaré. Los guiaré y les
ayudaré, y consolaré a los que lloran. Ofrezco paz a todos, a los que
están cerca y a los que estén lejos”.
Esta es una gran promesa de Dios. Note que hay cinco partes en la recuperación
que Dios desea hacer en su vida.
Primero, si usted ha sido herido, Dios dice: “Quiero sanarte”.
Si está confundido: “Quiero guiarte”.
Si alguna vez se ha sentido sin ayuda para cambiar algo: “Deseo ayudarte a cambiar
eso”.
Si alguna vez ha sentido que nadie entiende su problema: “Quiero consolarte.”
Si se siente ansioso, preocupado y temeroso: “Quiero ofrecerte paz”.
El hecho es que la vida es dura. Vivimos en un mundo imperfecto. Somos dañados
por otros, herimos a otros y nos herimos a nosotros mismos. La Biblia dice que
todos hemos pecado. Eso significa que ninguno de nosotros es perfecto, todos nos
hemos equivocado, todos hemos cometido errores. Nos dañamos y dañamos a otros.
Esta serie es para todos. Todos necesitamos recuperación, a menos que alguien
haya vivido una vida perfecta. Pero si no ha sido así, si no ha vivido una vida perfecta,
si ha sido herido, si ha tenido un complejo o hábito del que le gustaría deshacerse,
necesita recuperación.
¿DE QUÉ NECESITA RECUPERARSE?
La buena noticia es que sin importar el problema del cual necesite recuperarse, ya
sea emocional, financiero, relacional, espiritual, sexual o de otro tipo, los pasos para
recuperarse son siempre los mismos. Estos no varían.
Los principios para la recuperación se encuentran en la Biblia. Esta es el manual
original para la recuperación. En 1935 un par de muchachos formularon, basados en
las Escrituras, los que hoy se conocen como los doce pasos clásicos de los Alcohólicos
Anónimos, una guía que también usan cientos de otros grupos de recuperación. En
los Estados Unidos, veinte millones de personas están en un grupo de recuperación
cada semana y hay quinientos mil diferentes grupos de recuperación. La base de
todos ellos es la Palabra de Dios.
He resumido estos principios en torno a la palabra “R.E.C.U.P.E.R.A”.
Estudiaremos una letra cada semana y miraremos los ocho pasos resumidos en el
camino a la recuperación.
EL PRIMER PASO: La “R” en RECUPERA significa RECONOCER.
Reconozco que no soy Dios. Admito que soy incapaz de controlar mi tendencia a
hacer lo malo y que mi vida es inmanejable.
¿Se queda despierto hasta tarde cuando sabe que necesita dormir?
¿Come o bebe más calorías de las que su cuerpo necesita?
¿Siente que debe hacer ejercicios pero no los hace?
¿Conoce lo que es correcto pero no lo hace?
¿Sabe que algo está malo pero de todas formas lo hace?
¿Se ha dado cuenta alguna vez de que no debe ser egoísta pero
de todas maneras lo es?
¿Ha intentado alguna vez controlar a alguien o algo y se ha dado
cuenta de que usted mismo era incontrolable?
Si su respuesta es “sí” a cualquiera de estas preguntas, bienvenido a la raza
humana. Todos necesitamos recuperación.
I. LA CAUSA DE MI PROBLEMA: MI NATURALEZA PECAMINOSA
La Biblia tiene una forma de expresar esto. En ella se le llama a esta tendencia
nuestra “naturaleza pecaminosa”. La naturaleza de pecado nos lleva tanto a usted como
a mí a toda clase de problemas. Hago cosas que no son buenas para mí, las hago aun
cuando son auto destructivas. Sin embargo, no hago las cosas que son buenas para mí.
Respondo de la manera incorrecta cuando soy herido y con esto solo consigo aumentar
el daño, en lugar de disminuirlo. Reacciono de la manera incorrecta con las personas.
Las trato de la manera equivocada y luego, cuando me doy cuenta de que esa
actitud no va a funcionar, esto me afecta a mí. Intento resolver problemas y a menudo,
cuando creo que los he arreglado, compruebo que se vuelven peor de lo que estaban
antes.
Proverbios 14:12 (NVI) dice: “Hay caminos que al hombre le parecen rectos,
pero que acaban por ser caminos de muerte”.
Usted siempre va a tener esa naturaleza pecaminosa, ese deseo de hacer lo malo.
Este permanecerá siempre con usted hasta que llegue al cielo. Y aun cuando sea cristiano,
todavía tendrá deseos que lo empujen hacia el mal. Pablo entendió esto. En
Romanos 7:15 él dijo: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino
lo que aborrezco”.
¿Le suenan familiares estas palabras? “Termino haciendo lo que no quiero hacer
y termino no haciendo lo que quiero hacer”.
El primer paso para la recuperación es que usted entienda la causa de este problema.
¿Por qué sucede esto en mi vida? Primero, necesita entender la causa del problema,
luego las consecuencias y más tarde la cura para el mismo.
¿Cuál es la causa de mi problema? La causa de todos sus problemas es esta:
“Quiero ser Dios”. ¿Le gustaría decidir lo que es bueno y lo que es malo? Usted dice:
“No quiero que nadie me diga lo que es bueno y lo que es malo; quiero decidirlo por
mí mismo. Quiero hacer lo que quiera, quiero hacer mis propias reglas. Quiero ser el
centro del universo. Quiero ser mi propio jefe, vivir a mi manera, si me siento bien
haciendo algo, pues, adelante. No quiero que nadie me diga qué hacer con mi vida”.
Eso se llama jugar a ser Dios. Lo que en realidad está diciendo es: “Quiero controlar”.
Y mientras más inseguro sea usted, más empeñado estará en controlar. Mientas
más inseguro sea, más desea controlarse a sí mismo, controlar a otras personas, controlar
su ambiente. A eso se le llama querer jugar a ser Dios.
Este es el problema más antiguo del hombre. Aun Adán y Eva lo tuvieron. Dios
los puso en el paraíso y ellos trataron de controlarlo. Dios dijo: “Pueden hacer todo
lo que quieran en todo este paraíso excepto una sola cosa: No coman de este árbol”.
¿Y qué hicieron ellos? Fueron directamente hacia ese árbol, que era lo único en el
Paraíso a lo que Dios le había puesto límites. Satanás dijo: “Coman esta manzana (o
lo que haya sido) y sean dioses”. Ese ha sido el problema desde el principio. Querer
ser Dios. Querer tomar las decisiones uno mismo. Querer vivir nuestra propia vida.
Queremos estar en control. ¿Cómo jugamos a ser Dios? Negando nuestra
humanidad y tratando de controlar todo por razones egoístas. Queremos estar en el
centro de nuestro universo. El control es el asunto real. Queremos estar en control y
tratamos de controlarnos a nosotros mismos, a otras personas, a todo lo que está a
nuestro alrededor.
¿CÓMO JUGAMOS A SER DIOS?
Tratamos de controlar nuestra imagen. Deseamos controlar lo que otros piensan de
nosotros. No queremos que otras personas conozcan realmente cómo somos.
Jugamos, usamos máscaras, pretendemos ser otros, somos falsos, queremos que la
gente vea ciertos aspectos nuestros y escondemos lo que no queremos mostrar, y negamos
nuestras debilidades y nuestros sentimientos. (“No estoy molesto, no estoy disgustado,
no estoy preocupado, no estoy asustado”.) No queremos que las personas
vean nuestro verdadero yo. ¿Por qué tengo miedo de decirle quien soy? Ese es el título de
un libro. La respuesta es: Si le digo quien soy realmente y no le gusta, eso es malo para
mí, porque soy todo lo que tengo. Es por esto que tratamos de esconder y controlar
nuestra imagen.
Tratamos de controlar a otras personas. Los padres tratan de controlar a sus hijos; los
hijos tratan de controlar a sus padres. Las esposas tratan de controlar a sus esposos;
los esposos tratan de controlar a sus esposas. Las personas tratan de controlar a otras
personas. Hay reglamentos en su lugar de trabajo. Los países tratan de controlar a
otros países. Usamos muchas estrategias para manipularnos unos a otros. Usamos la
culpa para controlar, usamos el temor, usamos la alabanza. Algunos de ustedes usan el
látigo del silencio, del enojo y e la ira para controlar. Tratamos de controlar a las personas.
Tratamos de controlar los problemas, nuestros problemas. Somos buenos para esto.
Usamos frases como: “Lo puedo manejar, realmente no es un problema”. Eso es tratar
de jugar a ser Dios. “Puedo manejarlo, estoy bien. Realmente estoy bien”. Queremos
estar en control: no necesitamos ayuda y realmente no necesitamos consejo. Tratamos
de controlar nuestros problemas: “Puedo dejarlo en cualquier momento. Lo haré a mi
manera”. Pero mientras más trate de arreglar su problema por sí mismo, peor será.
Tratamos de controlar nuestro dolor. ¿Ha pensado alguna vez cuánto tiempo desperdicia
huyendo del dolor? Tratamos de evitarlo, negarlo, reducirlo, posponerlo y de
escapar de él. Y tratamos de hacer esto de diferentes maneras. Algunas veces tratamos
de evitarlo comiendo o dejando de comer. Tratamos de posponerlo bebiendo, fumando,
consumiendo drogas, o involucrándonos en una y otra relación. “Esta relación es
lo que verdaderamente necesitaba para sentirme completo y realizado”... y entonces
iniciamos esa relación. “Oh, me equivoqué, no era lo que pensaba”... y terminamos
la relación. Y así continuamos una relación tras otra. O desarrollamos algún tipo de
hábito compulsivo para tratar de controlar el dolor. O nos volvemos abusivos y nos
enojamos con otras personas o nos volvemos críticos o prejuiciosos para esconder el
dolor. O nos deprimimos. Hay muchas, muchas formas de tratar de controlar nuestro
dolor.
El dolor viene cuando nos damos cuenta, en nuestros tiempos a solas, que nos
somos Dios y que no podemos controlar nada, y eso nos atemoriza. (Recuerdo que
Chevy Chase solía aparecer en el programa televisivo en vivo Sábado por la Noche,
diciendo: “Hola, soy Chevy Chase, y usted no”. Y entonces solamente me imagino a
Dios diciendo: “Hola, soy Dios y tu no”.)
Ese es el primer paso hacia la recuperación. Usted no va a mejorar por usted
mismo, reconózcalo. No lo niegue.
¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DE JUGAR A SER DIOS?
He aquí cuatro problemas que siempre aparecen cuando tratamos de jugar a ser
Dios:
1. Temor. Cuando trato de controlar todo, me atemorizo. Adán dijo: “Tuve miedo
porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Nos atemoriza el que alguien descubra
quiénes somos realmente, que somos falsos, farsantes, que realmente no tenemos el
control, que no somos perfectos. Es por eso que no permitimos que nadie se acerque
realmente a nosotros, porque descubrirán que interiormente estamos asustados. Y
debido a que disfrazamos esto y pretendemos que no es real, llenamos nuestras vidas
con temor, asustados de que alguien nos vaya a rechazar, de que no nos amen, o de
que no les seamos simpáticos porque no saben realmente lo que somos. “Solo les
gusta una imagen de mí. Si supieran realmente como soy, no les gustaría”. Así que nos
resentimos y nos llenamos de temor cuando tratamos de jugar a ser Dios.
2. Frustración. Es frustrante tratar de ser el gerente general del universo. Me
gusta llevar a mis hijos a un restaurante y jugar con el juego del mazo, ese que tiene
esas cosas que salen y que se golpean. En el momento en que usted golpea una, sale
otra. Es un juego frustrante para mí, porque cada vez que trato de golpear una, otra
se levanta; y golpeo esa y aparece otra. Así es la vida. Terminamos con una compulsión
y otra sale a flote. Terminamos con un problema y otro aparece. Terminamos con
una relación conflictiva y viene la siguiente. Es tan frustrante porque no podemos
terminar al mismo tiempo con todas. Caminamos pretendiendo ser Dios: “Soy
poderoso, puedo manejarlo”. Si somos tan poderosos, ¿por qué simplemente no terminamos
con todo? No podemos, y eso nos frustra.
3. Fatiga. Jugar a ser Dios cansa. Tratar de controlar todo, pretender que todo está
bien, negar algo, consume mucha energía. En el Salmo 32, David dice: “Mi fuerza
se fue debilitando como al calor del verano ... Pero te confesé mi pecado, y no te
oculté mi maldad”. La mayoría de las personas tratan de esconder su dolor y huyen
de él manteniéndose ocupadas. Piensan: “No me gusta cómo me siento cuando me
deprimo. No me gusta lo que viene a mi mente cuando pongo mi cabeza sobre mi
almohada, y no me gustan esos sentimientos y lo que escucho, por lo que me mantengo
ocupado”. Huimos del dolor al estar constantemente en un ir y venir.
Trabajamos hasta el cansancio. O nos involucramos en algún pasatiempo o algún
deporte hasta que se vuelve algo compulsivo, y permanecemos en el campo de golf,
en la cancha de tenis, o en cualquier otro lugar todo el tiempo. Incluso podemos
involucrarnos en actividades religiosas, podemos tratar de esconder nuestro dolor trabajando
de forma febril en las actividades de la iglesia. Esperamos que cuando nos
acostemos y pongamos la cabeza sobre la almohada, estemos tan fatigados que
dormiremos y no tendremos que escuchar nuestro dolor.
Si está en un estado constante de fatiga, siempre agotado, pregúntese: “¿De qué
dolor estoy huyendo? ¿Qué problema no quiero afrontar que me motiva y me conduce
a trabajar y trabajar para estar en este estado constante de fatiga?”
4. Fracaso. Cuando trata de jugar a ser Dios, la descripción que hace Proverbios
28:13 (DHH) es una garantía de dónde terminará: “Nunca tendrás éxito en la vida si
tratas de esconder tus pecados. Confiésalos y renuncia a ellos. Entonces Dios
mostrará su misericordia sobre ti”. Necesitamos ser honestos y aceptar nuestras debilidades, faltas y fracasos.
No hay ninguna persona que tenga todo bajo control. Todos
somos débiles en diferentes áreas y nos necesitamos unos a otros. Y nos necesitamos
porque nos volvemos espejos para revelar las heridas unos a otros y ayudarnos mutuamente.
Muchas veces otros ven cosas que yo no veo y viceversa. Hemos desarrollado
una atmósfera confiable. Por cierto, tenemos una reunión los sabados por la tarde llamada Celebremos la Recuperación. En ese grupo tenemos personas con toda clase de
situaciones, problemas y heridas con los que han estado luchando, y en los que están
trabajando con los pasos que aquí señalamos.
autor Rick warren
siguenos en www.crmexico.com y en face book crmexico